Powered by Nature

Tuesday, October 14, 2008

Coches para todos (lo quiera Ud. o no)

A raíz del documental "Líneas Discontinuas" del post anterior, he decidido escribir unas líneas sobre la situación del transporte en nuestras ciudades, haciendo como siempre especial énfasis en la ciudad de Murcia.

Empecemos con una cifra de esas que impacta. De acuerdo con la ex-ministra de Medio Ambiente Narbona, la contaminación atmosférica es responsable de 16.000 muertes prematuras al año en España. Sí, eso es un pueblo del tamaño de Santomera, Archena o Mula, desaparecido del mapa, uno cada año. Algunos opinarán que es exagerado, que esa cifra es relativa porque es muy difícil demostrar que una muerte se debe a la contaminación atmosférica. Obviamente, no se debe exclusivamente a la contaminación atmosférica, pero ésta es un factor cada vez más importante para los habitantes de las ciudades. Es como decir que "no se ha demostrado que los McDonalds maten a cientos de miles de personas al año", porque nadie se muere por una cocacola y una hamburguesa. El problema es cuando eso ocurre un día, otro día, y otro, y otro, un año y otro año, y otro... Obviamente, cuando alguien sufre hipertensión, colesterol, etc. fruto del sobrepeso, la dieta y los hábitos sedentarios son claramente responsables. La diferencia con la contaminación es que hasta ahora, cuando alguien sufre bronquitis, asma o cualquier otra afección respiratoria a una edad temprana, a casi nadie se le ocurre pensar que quizás se deba sobre todo al humo de los vehículos a motor. Claro, la contaminación no te mata rápidamente, sino lenta, muy lentamente y muchas veces hasta de forma sileciosa, inapreciable, fatal. A veces me pregunto, ¿a qué se debe el constante aumento de casos de asma juvenil? Quizá el asma, lo que es matar no mate (o al menos no directamente) pero en cualquier caso afecta sobremanera a la calidad de vida.

Volviendo al tema de las cifras. 16.000 muertos al año. Eso son casi 6 veces más vidas perdidas por contaminación que muertes se producen en la carretera al año (algo menos 3000 personas en 2007). Si la tragedia de los accidentes ocupa amplios titulares en las noticias, y provoca en todos nosotros una gran consternación, ¿por qué ignoramos a ese enemigo invisible, silencioso, pero incluso más letal que la velocidad, el alcohol y la temeridad de algunos conductores? Y lo que es más grave, ¿por qué nuestros dirigentes continúan empeñados en rediseñar nuestras ciudades y nuestros hábitos de vida para fomentar el uso del vehículo privado? ¿Por qué nos contentamos con tratar de "parchear" los problemas derivados del uso del coche? ¿Por qué nunca se pone en cuestión el modelo, en lugar de buscar sobrellevar sus nefastos efectos? Y eso que la cultura del "coche para todo" y "coches para todos", que se nos impone tanto por la publicidad como por las propias actuaciones de nuestros dirigentes, tiene en los jóvenes a su principal víctima. Sí, señores: los accidentes de tráfico son la mayor causa de muerte juvenil de nuestro país. Y pese a eso, a nadie le preocupa que la publicidad automovilística nos bombardee continuamente (de lejos, la mayoría de anuncios en TV, prensa, etc. son de coches), y en su mayoría los spots tienen como gran objetivo a los jóvenes.

Llevando esta problemática a nivel local y en particular al tema de las ciudades, cualquiera conoce los enormes atascos que se producen en Murcia. Da igual que sea un día laborable que un fin de semana. La gente ha de cubrir cada vez mayores distancias entre su hogar y su lugar de trabajo, estudio y ocio, porque éstos últimos se encuentran cada vez más dispersos. Polígonos industriales (San Ginés), centros universitarios (Espinardo, el Palmar o La Ñora) y centros comerciales (Thader, Nueva Condomina y El Tiro) se han constriuido y construyen a las afueras de Murcia, haciendo necesario que una gran masa de trabajadores, estudiantes y consumidores deban desplazarse sobre distancias que no son practicables a pie.

Si a esta pobre planificación urbana sumamos la falta de un transporte público eficiente (como es el caso de Murcia), un transporte colectivo que permita desplazarse a dichos lugares de forma rápida y a un coste inferior al del coche propio, el resultado es evidente: Muchos ciudadanos se ven maniatados al vehículo privado a la hora de ir a estudiar, trabajar o hacer sus compras.

Es un círculo vicioso. Cuando los centros de trabajo, estudio y ocio se dispersan, y el transporte público no satisface dichas demandas de comunicación, la gente (que en su mayoría solía vivir en el centro de la ciudad) ha de recurrir al coche constantemente para sus desplazamientos. Esto hace a su vez que las ciudades se llenen de coches y con ello lleguen los atascos, el ruido, los problemas de aparcamiento, y cómo no los malos humos. Así, el coche también amenaza nuestro modelo de ciudad compacta: A pesar de que dedicamos a los automóviles en torno al 30% del espacio de nuestras ciudades (avenidas, aparcamientos, etc.) no hay espacio para que los cientos de miles de personas que viven en el centro de Murcia vayan y vengan al trabajo al mismo tiempo, y mucho menos para que aparquen enfrente de casa sin problemas. Y claro, a nadie le gusta vivir en una de esas avenidas en la que el ruido del tráfico y los humos no dan un respiro más que de madrugada. Así que aquellos que se lo pueden permitir, prefieren irse a vivir a urbanizaciones alejadas del ruido de la ciudad, como Altorreal, La Alcaina o Torreguil, a las que obviamente apenas hay otra forma de llegar que no sea en el coche propio. Con lo cual y casi sin quererlo, mucha gente que busca aire más limpio no hace otra cosa que añadir más leña al fuego de la contaminación.

Tal es el grado de sumisión a los automóviles en las urbes que las calles han pasado de ser espacios públicos para sus ciudadanos, a ser pequeñas parcelas privatizadas para el uso y disfrute de los propietarios de vehículos. Las calles, que una vez fueron el punto de encuentro de las gentes, donde los abuelos charlaban, los niños jugaban sin reparos, los clientes regateaban con vendedores y las muchachas coqueteaban con los mozos, son ahora un lugar de paso, un sitio hostil y asfixiante dominado por los vehículos contaminantes. Unos peligrosamente veloces, otros molestamente estacionados y algunos estrepitósamente ruidoso, los coches han hecho de nuestras ciudades un sitio inhóspito para la gente que vive en ellas. Ya no hay apenas espacios que sean seguros para que jueguen nuestros hijos. Me da pena ver cómo los niños se tienen que hacinar en pequeños parques, a menudo encerrados entre calles con abundante tráfico, como si su libertad -la de todos- se hubiese reducido a ese resquicio de suelo público en cada barrio que se ha librado de la dictadura del coche.

La cuidad de los coches es inhóspita para todos, nos mata, nos hace enfermar tanto física como mentalmente. El estrés de los atacos, los ruidos que no te dejan dormir tranquilo, los pulmones negros de los que jamás se pusieron un cigarrillo en la boca... Nos afectan a todos, pero sobre todo a los más débiles: A los que padecen problemas respiratorios y alérgicos, agravando su estado, a los que padecen problemas mentales, acrecentan su enfermedad, a los ancianos y discapacitados que encuentran en cada coche aparcado sobre la acera o el paso de peatones una barrera insuperable. Y a los niños, que son nuestro futuro... ¿Dónde quedó el "me voy a la calle a jugar" de nuestra infancia? Por una parte queremos que nuestros niños sean sanos, que se muevan, jueguen, corran, salten... Y sin embargo, el ritmo de vida de la ciudad hace que muchos niños se vean obligados por sus padres a pasar una gran parte del tiempo en casa. De hecho, la mayoría de padres han asumido que la calle es demasiado peligrosa como para que sus hijos vayan a pie o en bici al cole, o para que salgan a jugar a la puerta de casa. Así que, "por su bien" los llevamos en coche hasta la puerta del cole, luego los recogemos y los llevamos a inglés, al polideportivo, y así sucesivamente. Y ni siquiera nos damos cuenta del daño que les causamos al "protegerlos" de esa manera: adicciones a los videojuegos, hábitos sedentarios, obesidad infantil... Y lo que es más, no hacemos sino que crezcan pensando que el coche es como una prolongación de su ser y que la vida sin coche sería sencillamente inconcebible.

En fin, os dejo con una frase del escritor uruguayo Eduardo Galeano:

Los automóviles no votan, pero los políticos tienen pánico de provocarles el menor disgusto

Labels: , , , , , ,

0 Comments:

Post a Comment

Subscribe to Post Comments [Atom]



<< Home